¿Crees que tu destino ya está trazado? ¿O que puedes trazar tu propio destino?
Nací con talentos en el arte, pero crecí en una cultura que cree que los artistas «se mueren de hambre». Esta creencia marco en mi vida como uno de mis primeros desafíos cuando terminé la escuela secundaria. Yo parecía ser la única chica de mi curso que no sabía qué carrera escoger, porque las cosas que más me gustaban eran consideradas pasatiempos, no profesiones, así que no sabía qué hacer con respecto a mi futuro. En lo profundo de mi corazón, lo único que sabía era que amaba el arte en todas sus formas.
Ante mi indecisión, mi tía, que fue como mi madre adoptiva y que notaba mi talento para el dibujo, me inscribió en una carrera técnica en dibujo publicitario mientras que yo tomaba una decisión. Yo le seguí la cuerda. Ingresé a La Escuela de Artes y Letras en Bogotá donde seguí estudios por dos años. Al terminar esa carrera, inmediatamente comencé a trabajar como dibujante en una empresa de litografía.
Un día, uno de los chicos que trabajaba conmigo me pidió que lo acompañara a matricularse en la Universidad Central. Su sueño era seguir publicidad y marketing como profesión. En el camino me empezó a insistir en que yo debía hacer lo mismo a lo cual dije que no pues no sentía que era lo mío. Al llegar al sitio, pidió dos formularios. ¡Me dijo, “llénalo de todas formas no pierdes nada!”. Termine llenando el formulario, tomando la entrevista y haciendo la prueba de talento que requiere la universidad. Al cabo de una semana volvimos para ver los resultados con la sorpresa de que yo había pasado y el no.
Lo que sucedió entonces me pareció una ironía de la vida, pero hoy comprendo más claramente cómo funciona la sincronicidad del destino. Cuando aprendes a leer las señales y a seguir los caminos que te muestra la vida, encontraras que estos te llevan a recibir las recompensas y las bendiciones que deseas experimentar. Tu corazón sabe mejor lo que quieres.
Después de ingresar a la universidad noté que tenían becas para los estudiantes que participaban en las artes escénicas y en los equipos deportivos. ¿Adivina qué paso? No lo pensé dos veces. Me inscribí pensando, «esto ayudará a pagar mis estudios mientras hago algo divertido». Entonces, me uní al grupo de danza donde, inesperadamente, conocí a muchos bailarines que hacían danza a nivel profesional. Esto se ponía cada vez mejor.
Pasado un tiempo conseguí un mejor trabajo como dibujante en una agencia de publicidad. Mas también había recibido y aceptado propuestas de trabajar danzando. Esto me fue llevando de grupo en grupo y de compañía en compañía. El escenario se convirtió en mi segundo hogar.
Cierto día, un pajarito me conto que había una compañía de danza que estaba buscando bailarines para viajar al extranjero. Tomé valor para presentarme, más asistí a la audición y fui aceptada.
Mi dilema surgió cuando tuve que escoger entre bailar profesionalmente o continuar con el trabajo de la agencia de publicidad y en la universidad, esto sin mencionar a mi familia que creía que ya me había encaminado en una carrera profesional y en un trabajo que me brindaba una buena estabilidad financiera.
Bueno, podría decir que mi mente tenía un dilema, más mi corazón ya sabía lo que quería. Mi corazón ya había decidido, ya se había subido al escenario y danzaba en las tablas y entre bambalinas, las coreografías de un sentir ancestral. Mi corazón vibraba al son de los ritmos y en la conexión con otros que sentían igual. Y los trajes, y las luces, y el aplauso al terminar fueron quienes me llevaron a la decisión de danzar.
Entonces, «salté al abismo». Decidí danzar. Dejé todo, la agencia de publicidad, la universidad, y hasta el novio. Pase incluso por encima del huracán que creo la conmoción en mi familia al enterarse de mi nueva realidad.
Después de todo pude experimentar cinco años de danzar viajando por el mundo como en una alfombra mágica haciendo sueños realidad.
Más adelante al bajar de las tablas encontré en el camino nuevas puertas para danzar. Se abrieron oportunidades para trabajar en televisión, no solo como bailarina sino también en modelaje y actuación. Todo fue trayendo mucha satisfacción no solo a nivel personal sino también profesional. Y gane confianza en sí misma al notar como la abundancia seguía a mi sueño de danzar.
¿Cómo podría haber sabido de todas las bendiciones que me esperaban si no hubiera tomado esa decisión? Incluso recuerdo las palabras que le dije a mi familia ese día durante el almuerzo: «No sé si esta sea la decisión correcta, pero no quiero convertirme en una abuela que les cuenta a sus nietos la historia de sus sueños, la de unos sueños que nunca sucedieron porque no me atreví a saltar al abismo».
Esa historia fortaleció mi relación con una gran amiga en mi vida, con la Señora “Confianza en Mí Misma”, quien me enseñó a saltar al abismo muchas veces con la certeza de que siempre me sostendría de nuevo.
De repente sentí que había algo más allá por hacer en mi vida. Decidí dejar todo de nuevo para iniciar una nueva jornada.
Cuando llegué a Estados Unidos, en 1999, mi historia tomo otro rumbo. El escenario y los protagonistas cambiaron. Como inmigrante, sin saber el idioma, ni lo que haría, mi única opción era confiar en mi corazón y seguir la sincronicidad del universo hacia lo que vendría. Extrañaba los escenarios, pero me sentía segura de seguir la brújula hacia donde el destino quería llevarme. Lo que no sabía era que estaba a punto de convertirme en artista, pero esta vez del pincel.
Llegué a una ciudad en la Florida llamada Cocoa Beach, donde fui al college a estudiar. Primero Ingles y luego estudios generales. El programa exigía tomar algunas clases “electivas” y pensé que dibujo sería divertido y relajante. Mi maestro, el Sr. Henderson, vio mi talento y me animó a pensar en tomar la pintura más profesionalmente. Yo tenía mis dudas, debo admitirlo. Primero, porque recordaba la creencia de mi cultura, «los artistas se mueren de hambre», y segundo, porque pensaba, «¿cómo podría dedicarme a pintar en un país donde apenas hablo inglés, no conozco la cultura, ni cómo funciona el sistema, o cómo comenzar?».
Parecía ridículo. Aun así, en ese período de mi vida mientras tomaba mis clases, pasaba la mayoría de mi tiempo libre entre oleos, pinceles, lienzos, trazos e ideas. Era como danzar de nuevo, esta vez con mis manos. Una nueva pasión se había despertado en mí. Debo admitir que me sorprendía ver como mi talento oculto florecía como una flor en primavera.
Una vez más, la sincronicidad del universo alineaba a las personas que me guiarían en la dirección que estaba destinada a ser. Mi pasión por la pintura abrió puertas en exhibiciones de arte, exposiciones y galerías. Mi trabajo trajo a casa muchos premios, satisfacciones y grandes éxitos. Una vez más, la abundancia seguía a mi pasión.
La historia no termina ahí. Increíblemente, escuche de nuevo a mi corazón decir, esto es solo parte de la jornada, tu destino tiene algo más grande para ti. La gente lo llama propósito. Así que deje también la pintura para continuar mi jornada hacia la realización de mi destino.
Menos mal, o más bien que me gusta la aventura. Desde el 2004 empecé un nuevo camino, un sendero de valientes. Para lograr la victoria en este campo he pasado por experiencias de dolor, sufrimiento y enfermedad que me han llevado a redescubrirme y a encontrar lo que necesitaba ver, sanar y liberar para poder conquistarme a mí misma.
A través de mi experiencia fui integrando herramientas que me facilitaron el camino. Hoy esas herramientas están al servicio en un programa llamado La Jornada del Héroe, experiencias transformativas para el ser. Me llena de plenitud el poder facilitar la jornada de otros hacia su propia realización.
Ahora me planteo, si el éxito me ha sucedido antes, ¿por qué no volvería a ocurrir mientras cumplo con mi propósito y ayudo a otros a cumplir el suyo?
Saltar al abismo es soltar el miedo a equivocarnos, a fallar, o a no ser aceptados por los demás. Y es tambien confiar en que nuestro corazón siempre nos llevara a buen puerto, al puerto de nuestro destino y realización.
¿Qué es una constelación familiar?
Las constelaciones familiares son una terapia orientada a la solución de los conflictos de una persona que están conectados a su sistema familiar y que lo limitan en sus posibilidades de acción y desarrollo personal.
Estamos conectados con las memorias del pasado. Cuando se crea una memoria de conflicto queda impresa en nuestra memoria celular pero también en un campo mórfico. Nuestros antepasados no lograron resolver sus conflictos por lo cual esas memorias siguen pulsando en nuestro código genético y pasan de generación en generación hasta que alguien las logra resolver. Este campo mórfico es atemporal, no tiene tiempo ni espacio por lo cual está latente hasta solucionarlo. Los miembros del clan entran en resonancia con el campo de su familia y de sus memorias. Es por eso se repiten historias inconscientes de dolor, sufrimiento y enfermedad.